Sano y salvo. Así quedó Novak Djokovic tras su debut en Wimbledon 2024, veintisiete días después de pasar por un quirófano en París para solucionar un desgarro meniscal en la rodilla derecha. Un éxito, aunque momentáneo porque el propio serbio sabe que debe espera a ver cómo evolucionad la articulación a la acumulación de esfuerzos, sobre todo cuando el rival exija que no haya limitación que valga.
Porque el heptacampeón de Wimbledon, derrocado en la última final por Carlos Alcaraz, exprimió la experiencia de sus 37 años y la calidad de sus 24 Grand Slams para ganar sin arriesgar lo más mínimo. Midió cada movimiento para evitar el traicionero resbalón propio de la hierba, más cuando la condensación aumenta debido a que se jugó bajo techo de la central por la lluvia intermitente en Londres. Resbaló en contadas ocasiones con la pierna derecha, explotó más la libertada de la izquierda.
Todo ello desde una capacidad de concentración máxima. Envidiable. Nada mejor para evitar accidentes que aplicarse en cada factor del juego, reducir en lo posible la presencia en pista.
En sus circunstancias, una pequeña gesta, por mucho que el rival ayudara. El checo Vit Kopriva, 27 años y 123º ATP, se asustó. Vencedor de Richard Gasquet en la última ronda de la fase previa, se empequeñeció ante la magnitud del evento.
Y Djokovic fue más depredador que nunca. Venció 6-1, 6-2 y 6-2 en 1h.58'. Una lección de resiliencia. De foco para hacer del saque el mejor aliado: 35 puntos de 39 ganados con primer saque, 13 de 19 con el segundo. No dio ninguna ocasión de break. Abrió el turno de servicios con tres 'aces', cerró la clasificación con otros tres saques directos. Fortaleza mental, sobrehumano.
Y el cuadro ayuda. En segunda eliminatoria, el británico Jacob Farnley, que eliminó al español Alejandro Moro por 7-5, 6-4 y 7-6 (12).