LOS SONDEOS ACORRALAN A BIDEN Y CRECEN LAS VOCES PARA SUSTITUIRLE POR KAMALA HARRIS

No hay una mañana buena para Joe Biden desde hace una semana, cuando ofreció una imagen de debilidad inédita durante su debate con Donald Trump en la CNN. Se desayuna con comentarios de discreto recelo hechos por algunos de los suyos, sondeos que le muestran muy rezagado del aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos en los comicios del próximo mes de noviembre o bien artículos que piden su marcha como un acto de grandeza a favor de la democracia. Además, se ve constantemente presionado por ese recordatorio de que cualquier vacilación o síntoma de desorientación en los abundantes actos que tiene hasta mediados de este mes pueden ser los últimos que comete en esta campaña electoral.

Biden, a sus 81 años, ha entrado a en una carrera contra el reloj para demostrar que está por encima de la naturaleza. "Permítanme decir esto de la forma más clara que pueda: me postulo. Soy el candidato del Partido Demócrata. Nadie me está echando", afirmó este jueves ante los participantes en un acto de recaudación de fondos donde reivindicó que tiene la salud necesaria para ganar los comicios y volver a ser el inquilino de la Casa Blanca.

Nunca el líder demócrata se ha sentido cómodo con las recurrentes alusiones a su edad. Le enfada que sugieran una pérdida de facultades. Tampoco le gusta que destaquen como el 'telepromter' (la pantalla que permite seguir un discurso o texto al mismo tiempo que se pronuncia, algo habitual en televisión) le acompaña incluso en reuniones privadas con donantes en el salón de la mansión de algún empresario.

En marzo comenzó a calzarse unos zapatos especiales que -según su equipo- tratan de hacer más cómodos sus viajes y actos públicos, pero enseguida los republicanos lo tacharon de unas "zapatillas anticaídas" dados los tropiezos de Biden en los escenarios o las escalerillas del avión presidencial, el Air Force One. Cuando el fiscal especial Robert Hur sobreseyó el caso de los documentos secretos encontrados en su poder con el argumento de que a su edad el presidente podía sufrir distracciones, éste respondió lleno de cólera: "¡Sé qué diablos estoy haciendo!".

El candidato es ahora el hombre que trata de salvarse del naufragio nadando a toda velocidad. Este histórico 4 de julio en EE UU, se mensajeó con contribuyentes, concedió una entrevista a una emisora de Milwaukee, organizó una barbacoa en la Casa Blanca con motivo del Día de la Independencia, pronunció una conferencia ante un grupo de militares y veteranos y asistió a un espectáculo de fuegos artificiales en el National Mall. En la entrevista admitió que delante de Trump "La cagué. Cometí un error. Pero aprendí de mi padre que cuando te derriban, tienes que levantarte. Vamos a ganar", insistió.

El mismo argumento utilizó el miércoles ante los veintitrés gobernadores demócratas durante una reunión en la Casa Blanca convocada para calmar nervios y aclarar a las bases que la guardia pretoriana cierra filas. Al menos en público. Los dirigentes estatales ofrecieron su apoyo absoluto al presidente, quien apareció con su número dos, Kamala Harris. "Os necesito más que nunca. Voy a seguir luchando" prometió.

Sin embargo, detrás de esta seguridad aparente se cobija la incertidumbre. Al menos ya hay dos personas cercanas a las que el presidente ha transmitido sus dudas sobre si debe continuar, aunque eso ocurrió en las horas posteriores al debate y en su entorno aseguran que después ha recibido una inyección de ánimo. La necesita porque las cifras le están acorralando: Biden está seis puntos por detrás de Trump en intención de voto (47%-41%); una distancia preocupante que muchos en el partido temen que incluso pueda aumentar.

El mandatario está entrenándose para la entrevista que este viernes tiene en la cadena ABC News y que todos en su equipo consideran crucial para devolverle la credibilidad. Aparte de varios mítines intermedios, la próxima semana también afrontará un riguroso examen como anfitrión de la cumbre de la OTAN en Washington, que sus asesores han preparado durante meses con el fin de revalidarle como el líder global del mundo libre.

El problema es que todo eso no baste al final. Que el aspirante sufra un tropiezo o que las siguientes encuestas no recorten su distancia con Trump. Dentro del partido y entre los politólogos cunde la idea de que es demasiado tarde para apuntalar a Biden como un candidato fuerte, sobre todo después de que se haya hablado tanto de su debilidad. Mientras, en el Congreso crece un movimiento discreto que se decanta por su remoción. Bastantes donantes, la pieza clave de toda campaña de éxito, amenazan con irse.

Precisamente un grupo de patrocinadores de alto nivel sugirió el martes por primera vez sustituir a Biden por su vicepresidenta y compañera del bono electoral, Kamala Harris. Más de una decena de altos cargos, entre ellos el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, y James E. Clyburn, congresista por Carolina del Sur y amigo personal de Biden, han apostado también por ella siempre que el actual candidato decida retirarse. En este posible recambio pesan mucho las propias encuestas. Trump tiene un 47% de apoyo popular, pero el de Kamala Harris asciende al 45%. Y eso sí insufla esperanzas en las filas demócratas.

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